viernes, 5 de julio de 2013

Segunda Entrega

Rutina

Cristian trabajaba todos los días, de lunes a lunes, con francos rotativos en la semana y algún que otro finde, era un parto programar un salida familiar, o tener un tiempo para nosotros. Los chicos iban a la escuela de lunes a viernes en jornada completa, los sábados pasaban el día en la casa de mi vieja porque jugaban al fútbol en el club que está cerca de su casa y los domingos estaban en casa, nuestra casa, la casa que queda en Longchamps. Yo soy docente, creo que eso lo dice todo.

Las veces que confluíamos todos juntos en casa era a la hora de la cena, por eso lo declaramos como algo sagrado que nunca debía romperse. La cena era el momento justo para demostrar que eramos una familia feliz.
Nunca tuvimos peleas grandes, salvo la vez en que Sebas no quiso cenar porque yo lo había retado por haberse sacado un dos en la prueba de Lengua, no podía irle mal al tenerme a mi, soy docente del área de Lengua. Con Cristian discutimos muy fuerte y la tensión se apodero de la casa. Como aquella primera noche.

Los días pasaban sin pena ni gloria. La nueva vida en Longchamps tenia sus dificultades, pero nada que una familia como la nuestra no pudiera superar.

24 de diciembre de 1998

Era nuestra primera navidad fuera de Villa Domínico, el barrio donde vivíamos antes de tener nuestra nueva casa, el barrio donde me crié, donde se criaron mis hijos. Cristian se crió en Adrogué. No queríamos pasarla solos entonces decidimos ir a lo de mis viejos.

Me acuerdo que con Cris compramos dos regalos para cada uno de los chicos, para Sebas había un juego de ingenio que no recuerdo el nombre y una figura de acción (si no recuerdo mal creo que era un Superman) y para Dante compramos una pelota y una bicicleta, el siempre nos insistió en que quería una bicicleta porque ya no quería andar más con su hermano, quería andar con él pero en su propia bici. Llevamos carne para que mi viejo hiciera el asado.

Nunca los había visto tan contentos a mis viejos. Nos recibieron como si hubiésemos estado lejos por varios años. Con mi vieja decidimos hacer vitel toné (a Cristian, a los chicos y a mi no nos gustaba pero a mis viejos si), estuvimos demasiado tiempo preparándolo. Mientras Marcela, mi vieja, hacía la salsa me mandó a buscar unos aros que tenía en uno de los cajones de su mesa de luz y que se había comprado el día anterior, quería mostrármelos. Fui, revolví dos cajones hasta encontrarlos. Cuando volví ya estaba la salsa lista y nos sentamos en el patio a tomar un vaso de Gancia. Dormimos esa noche en casa de mis viejos. Al otro día recién nos fuimos a la tarde. Fue una linda navidad, rara pero armoniosa

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