viernes, 5 de julio de 2013

Tercera entrega

Laberinto

Mariano no tenía ganas de dormir. Se fue por ahí. Mariano estaba fuera de si, quería destruir todo a su paso. Había tenido un día fatal. Ni siquiera supo por qué estaba en ese lugar.

Mariano se crió en Sarandí, Avellaneda, en la casa de sus abuelos. Fue una persona que vivió dentro de los cánones de la felicidad en su niñez. De vez en cuando extrañaba a sus padres, pero cuando se acordaba de que lo habían abandonado todo pasaba. Sus abuelos le dieron todo lo que pudieron pero cuando Mariano tenía 13 años ellos fallecieron. Mariano vivió hasta los 18 años en una parroquia. Luego fue un nómada, para no decir un callejero.
En la parroquia ayudaba al cura a hacer tareas de mantenimiento y además tenía un emprendimiento en el cual se destacaba y le daba la posibilidad de obtener algo de dinero, fabricaba de manera artesanal anillos, aros y pulseras, lo hacía muy bien en verdad.
Una vez que abandonó la capilla siguió con su labor artesanal, nunca le faltó la comida pero tampoco nunca pudo comprarse zapatillas nuevas.
Mariano vendía sus creaciones en las distintas plazas de la ciudad.

Mariano era un joven de aproximadamente unos 32 años de edad cuando todo pasó. Ya no había vuelta atrás, el crimen se había llevado a cabo.

Cumpleaños -abril del '99-

Nunca me voy a olvidar de mi último cumpleaños, el primero en casa. En nuestra casa de Longchamps.

Con Cris decidimos invitar a ambas familias para que les pudiéramos mostrar nuestro nido refaccionado a nuestra manera.
Comimos un rico asado, como el de la navidad pasada, pero esta vez lo hizo mi cuñado, el hermano de Cris.
Cuando nos sentamos a comer se armó la charla. En principio fue muy bien llevada, pero la cosa se puso candente cuando empezamos a hablar de integrantes de la familia. Roberto, el papá de Cristian, le preguntó a mi papá por qué no había tenido más hijos, mi mamá se puso incomoda, contestó que fueron las circunstancias de la vida. Le devolvió la pregunta con otra peor, a pesar de que ambas partes desconocían el dolor que conllevan esas situaciones para cada familia -nunca se había hablado del tema-, le dijo si él había estado de vuelta con otra mujer después de fallecer la mamá de Cris. Ahí fue cuando decidí intervenir, la familia de Cris no sabía que tuve un hermano que nació muerto y mi familia no sabía que la mamá de Cris los abandonó cuando él tenía 4 años.
A pesar de esto pasé un cumpleaños que nunca olvidaré, el desayuno que me trajeron mis hijos a la cama, aquel libro de Borges que me regaló Cristian y que siempre quise tener, la familia reunida.
Nunca lo olvidaré más que nada porque fue mi último cumpleaños.

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